Afganistán, una encrucijada
Resumen
Han pasado ya dos años desde mi evacuación de Kabul junto con el personal internacional de mi oficina, dejando atrás un país sumido en el caos, destrucción e incertidumbre. Mi asociación con Afganistán ha tenido varios momentos durante mi vida profesional. Cómo olvidar los sucesos del 11 de septiembre del 2001 y los ataques a las torres gemelas de Nueva York, que causó shock a nivel mundial. Se pudo determinar, al poco tiempo, que dichos ataques fueron orquestados desde Afganistán bajo la batuta de Osama Bin Laden, un terrorista saudí que tenía un odio enfermizo a EE. UU. y sus aliados. Él era líder del grupo Al Qaeda, afincado desde hacía buen tiempo en el país y que desempeñaba sus acciones ilícitas bajo la protección del gobierno talibán, el cual se instauró en el poder en 1994. Al ser Afganistán un país montañoso, agreste y de difícil acceso, era para Bin Laden el lugar ideal para reclutar, adoctrinar y entrenar a nuevos guerrilleros islámicos para librar una guerra santa o yihad contra occidente y expulsarlos del medio oriente, con la idea de fundar una patria grande islámica en la región, regida por los principios de la sharía.